Desde hace varios siglos se sabía que era posible adquirir inmunidad de cierta enfermedad contrayéndola. En el Medio Oriente y en el Lejano Oriente los médicos usualmente bloqueaban la viruela tomando tejidos de las personas infectadas. Aunque a ciencia cierta, se trataba de un sorteo sobre si la persona adquiría la viruela benigna o aquella que podía ser fatal. Era una cuestión de vida o muerte.
A pesar de todo el riesgo que eso significaba, la técnica se extendió y llegó a Europa. Así, los enfermos que se sentían en peligro, preferían tomar el riesgo buscando contraer la viruela benigna y hacerse inmunes.
En el siglo XVIII, un médico inglés, Edward Jenner, descubrió un mejor método para la protección contra la viruela. Se percató de un hecho muy curioso: las mujeres que ordeñaban a las vacas se infectaban de un solo tipo de viruela benigna, llamada viruela de vaca. Estas mujeres casi nunca se contagiaban del virus verdaderamente peligroso y ante tal hecho Jenner se preguntó si la viruela de la vaca actuaba como agente protector sobre dicha enfermedad.
La palabra vacuna, proviene de una conversación que el médico tuvo con una joven campesina, quién cuando le explicaba sobre los riesgos de contraer la enfermedad ella respondió: "¡oh no! -no padeceré nunca de esta enfermedad porque he sido vacunada." Entonces continuó explicando que fue ordeñadora y que, al igual que sus compañeras había sufrido de erupción en las manos y brazos debido al contacto con las ubres inflamadas de las vacas. Aseguró además, que todo aquel que contraía esa "vacuna" ya no volvería a padecer de viruela.
Jenner, en 1796, tomó pus de una joven lechera de nombre Sara Nelmes con síntomas de viruela benigna, y lo depositó en dos cortes que hizo en el brazo de un niño de ocho años llamado James Phipps. Dos meses repitió la acción y comprobó que el niño nunca se enfermó de viruelas malignas.
De esta manera entonces, surgió el fundamento de la ciencia inmunológica. Las vacunas estimulan la producción de anticuerpos en el organismo haciéndolo inmune a la enfermedad. En otras palabras, cuando alguien es vacunado, se le provee un virus atontado o benigno de manera que su cuerpo pueda desarrollar una inmunidad natural ante él.
Fuentes:
Instrumentación Biomédica, Alvaro Tucci R.
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