El día de hoy leí una anécdota que me pareció bastante buena y por eso se las comparto tal cual la leí:
Londres, primavera de 1941.
Alice Smith no estaba pensando con la cabeza. Cuando comenzó a sonar la alarma, la que indicaba que habría otro bombardeo, se encerró en el baño en lugar de irse al refugio. Era las dos de la mañana y poco a poco, logró llenar la tina con agua tibia, le echó todo el jabón que quedaba -que en realidad no era mucho- y se metió a disfrutar de ese placer negado desde hacía tanto. Mientras se sumergía en ese micro-mundo de hedonismo y evasión, sobre la capital del viejo Imperio caían bombas y bombas alemanas. Alice no quería saber más de aquella guerra que ya se había tragado a sus hermanos.
Supo desde el primer instante que su baño no sería largo porque la temperatura del agua se enfriaría rápidamente. "Hasta que aguante", se dijo a sí misma. Lo que nunca se imaginó es que varias bombas caerían en su edificio y que una de ellas se alojaría en la sala de baño donde ella soñaba que no había guerra. Así que antes de que el agua perdiera su cálida temperatura, Alice se quedó congelada, pero de pánico. El estruendo fue espantoso. Cerca de siete inmensas bombas cayeron casi al mismo tiempo; por suerte, sólo dos explotaron. La mayor parte de la vieja edificación colapsó y el fuego comenzó en seguida. Enrnest Stuart, miembro de la Real Brigada de Bomberos, se quedó sorprendido cuando vio a la bella muchacha que parecía un fantasma. Ella estaba completamente desnuda; nubes de espuma le chorreaban por los hombros y muslos. De pie, aún dentro de la tina, sin moverse, sin saber qué hacer.. su instinto la habia abandonado.
Ernest se apresuró a quitarse el abrigo y se lo puso a la joven, que titiritaba de frío que y no contestó ninguna de las preguntas. Él no se atrevió a mirarla a los ojos. Con esto demostró que era un verdadero caballero, ya que lo más expuesto que tiene una mujer cuando es sorprendida desnuda es la mirada. Alice no tenía voluntad; aterrada se aferró al cuello de Ernest, quien sorteó todas las dificultades mientras la llevaba cargada entre las ruinas humeantes. Cuando, después de un viaje tortuoso y eterno, llegaron a un lugar seguro, lo poco que quedaba del edificio cedió. En la cabeza de Alice sólo había lugar para ese artefacto mortal, que por obra del destino no estalló. La imagen de la bomba en el baño era demasiado poderosa, era absurda y resumía todo el horror de esa guerra sin sentido.
Ernest sólo recuperó el abrigo cuando las enfermeras consiguieron ropa para Alice. La joven de tan sólo 20 años ya había sufrido milenios, pero su belleza seguía intacta. Tenía una dignidad muy particular, que indicaba que tras esos ojos verde agua, había un dolor descomunal, pero no amargura.
Tres semanas más tarde, Ernest se encontraba con otros colegas tratando de reparar el motor del camión cisterna cuando apareció Alice en la entrada de la estación de bomberos. Ahora era él quien entraba en pánico. No la recordaba tan bella, ni tan frágil, ni tan audaz. Ella lo miró directamente a los ojos. Así le dijo todo. Cuando ella se marchó, dejándole la dirección donde ahora viviría, él bendijo la bomba nazi que no estalló y por la cual sus vidas se cruzaron para siempre.
Fuentes:
Revista dominical claro:http://claro.com.ve/
Datos del escritor:
Jaime Bello-León.
Cuenta de twitter:
@jbelloleon: @JBELLOLEON
Es genial :)
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